Pasaban los días y
cada vez evitaba ver a Fernando, y por supuesto, él se había dado cuenta de eso;
en el hospital nos veíamos poco y cuando hablábamos lo hacíamos frente a varias
personas para evitar momentos incómodos, aún así cada viernes recibía una
azucena anónimamente aunque ya sabía de quien provenía, de alguna forma me
hacía sentir viva, hasta que un viernes deje de recibirla, espere unos días más
hasta el próximo y nuevamente la flor nunca llegó, fue en ese instante que me
preocupé.
- ¿Por qué dejaste de enviarme flores? – le pregunté
un día a Fernando.
- Pensé que ya no te gustaban – me respondió.
- ¿Qué te hizo pensar eso?
- Nunca me respondiste y cada vez que te veía
evitabas mi mirada.
- Eres un tonto*
- ¿Yo soy el tonto?
- Así es, eso no significaba que dejaron de
gustarme.
- ¿Y entonces?
- Ashhh… es que no entiendes, no me conoces para
nada.
- Lo sé, el problema es que no me dejas conocerte
Ernestina, créeme que he tratado pero…
- No querrás entrar en mi cabeza, no es lo más
sensato en este momento.
- ¿Y Quién define lo que es sensato o no?
- No te desvíes del tema, estamos hablando de las
flores.
- ¿Segura que hablamos sobre eso?
- ¿Ahora te crees psicólogo? – esta vez mi tono de
voz estaba acelerando.
- Mi amor ¿Por qué no me cuentas lo que tienes?
- Precisamente de eso se trata, no soy tu amor ¿Por
qué me llamas así cuando no lo sientes de verdad?
Fernando se quedó
callado por unos segundos que parecieron interminables, pensé que había herido
sus sentimientos o algo, quise acabar con el silencio incómodo pero no encontré
las palabras adecuadas, fue entonces cuando él me sorprendió nuevamente
colocando su mano tibia en mis mejillas haciéndome de nuevo vulnerable ¿Cómo
era eso posible? Odiaba sentirme así, realmente lo detestaba.
- Yo no te puedo gustar pues tú eres un sacerdote –
le dije sin tapujos.
- ¿Sacerdote? – reía irónicamente – no lo soy, solo
soy un seminarista.
- Un futuro sacerdote, es lo mismo.
- No, no es lo mismo, principalmente porque aún no
he hecho mis votos, y en segundo lugar… porque no soy católico.
Mis ojos quedaron atónitos.
- ¿Se puede ser cura sin ser católico?
Nuevamente Fernando reía de manera
sarcástica.
- Ahora eres tú quien no me has comprendido, no soy
católico pues mis seminarios no son de la iglesia católica.
- ¿No lo son? – mi confusión crecía más – nunca me
dijiste que religión practicabas, yo pensé que...
- ¿Acaso importaba? Tú necesitabas ayuda y te la
brindé – respondió.
- Necesito descansar – repuse al mismo tiempo que
apoyaba mis talones junto a la planta del pie completamente al suelo y me
acercaba a una silla.
Miles de cosas
pasaron por mi cabeza en ese instante ¿Qué estaba sintiendo? si no era católico
entonces ¿podía tener pareja? ¿Por qué me importaba tanto eso? Eran muchas las
dudas y aun no me quedaba claro lo que significaba para mí.
¿Podemos hablar? –
fue lo único que alcancé a decir – cuando estés desocupado, desde luego.
Estábamos aun trabajando
en el hospital sin darnos cuenta que nuestra pequeña discusión o “intercambio
de ideas” como lo llamaba él, había sido presenciado por varios presentes allí,
sin embargo ya a estas alturas no valía la pena sentir vergüenza por eso.
Al día siguiente el
ambiente no se sentía tan pesado, al menos no para mí, Fernando me llevó a un
restaurant y luego fuimos a orillas del río simplemente a caminar.
- Aquí fue donde te conocí – agregó él mientras
chapoteaba sus pies.
Era cierto. No había
caído en cuenta que era exactamente el mismo lugar donde me había rescatado de
aquellas aguas, incluso las mismas rocas donde me apoyó para darme RCP – aunque
él insistiera que fue un beso – no sabía si era buena idea recordar ese momento
pero el detalle se agradecía.
- Entonces ¿Por qué decidiste ser sacerdote? – le
pregunté.
La noche estaba algo
oscura, aunque no había luna el leve reflejo de la ciudad iluminaba nuestros
rostros logrando detallar cada gesto, fue allí cuando noté que estaba algo
tenso, pero luego de una sonrisa su expresión se relajó y respondió:
- No seré sacerdote, seré teólogo, por eso soy
seminarista.
- De acuerdo ¿Por qué decidiste serlo?
- Es difícil explicarlo y al mismo tiempo es muy
fácil.
- Inténtalo.
Su semblante se
tornaba más rojizo y sus expresiones eran más rígidas, sin embargo continuaba
sonriendo constantemente.
- Existen muchas cosas en este mundo que me hacen
admirar las maravillas de Dios – su mirada se posó fijamente en mí como adivinando
lo que iba a decir – ya sé que te es imposible creer en Él, pues para mí es muy
fácil hacerlo, incluso con las calamidades que ocurren, estas son las cosas que me hacen
olvidar lo lejos que hemos estado de nuestra felicidad simplemente por
no prestarles atención a los pequeños detalles. Al igual que tú, me reservo
algunas cosas de mi pasado que no valen la pena mencionar, sin embargo te diré
que, de miles de situaciones que ocurren siempre hay algo que aprender. Por ejemplo
cuando ves una
lágrima en la mano, o sientes un suspiro muy cercano,
es porque un corazón está hablando sin pronunciar una palabra, una
historia que termina, una piel que no respira, son indicios de que algo
mejor va a llegar, si palpitas en tu interior una nube desgarrada o
simplemente contemplas una sangre derramada fluyendo en
algún paciente que desesperadamente anhela encontrar consuelo, esperanza o
salud, sabes que está a tu alcance y claramente puedo decir: aleluya.
- ¿Aleluya?
¿hablas en serio?
- Por
supuesto, imagina varias situaciones cotidianas que generalmente carecen de
valor, o al menos del valor que le damos, como quince gritos que suplican, imagina
una
tierra que palpita, piensa en la sonrisa de un recuerdo, o en la
mentira de un “te quiero”, son situaciones que muchos transitamos y
pasan desapercibidas ante nuestros ojos, pero tienen un valor más allá del
recuerdo porque permanecen con nosotros toda la vida, sean buenas o malas. Una
niña que pregunta, unos cuerpos que se juntan, simplemente aleluya
¿no crees?
Comenzaba a
comprender un poco la visión que Fernando tenia de la vida y de sí mismo,
aunque sus metáforas se tornaban a veces inadmisibles.
- Ver las cosas simples y pensar que no estás solo –
continuó diciendo – te hace un ser extraordinario, no estoy diciendo que creas
en un Dios en lo alto, solo que creas que eres importante en este mundo, tú
eres el mundo de alguien, mil silencios de un olvido te
hacen apreciar el recuerdo, un amor que se ha perdido te hace
valorar el que tienes, tres guirnaldas en el pelo le dan
estilo a una personalidad única, el aliento de unos besos te prueba
que existe algo más allá de lo físico, y por supuesto en mi caso pude conocer a
un Padre Celestial que dio todo por mí, pues el perdón de los pecados se
demuestran en unos pies que están clavados, y solo puedo decir a eso: aleluya
¿Tú que le dirías?
- ¿Yo?
Pues… no lo sé… No puedo… es que simplemente aleluya es una palabra tan vana e
inverosímil y no se aplica a esas situaciones.
- Está
bien Ernestina, entonces piensa simplemente en alguna cosa que te haya puesto a
dudar, a recapacitar o simplemente a amar o detestar este mundo.
Eso era muy fácil,
existían miles de cosas que me hacían dudar de la bondad de este mundo, desde
mi padre que me abandonó, hasta el desgraciado que me violó… sin embargo, la
chica aquella que me regaló pegamento me puso a pensar, aunque no fue el mejor
de los regalos si fue eso precisamente, un regalo, alguien extraño se tomaba la
molestia de obsequiarme algo de importancia para ella y desprenderse de eso
para que otro, o sea yo, lo disfrutara, algo que en otro contexto sería un gran
detalle de bondad, aunque probablemente viéndolo de otra perspectiva así haya
sido.
- Se me ocurren varias, la razón de la
locura, una luz de luna oscura, unos ojos en la noche, una voz que no se oye,
una llama que se apaga, una vida que se acaba ¿serán
suficientes para un aleluya de esos de los tuyos?
- No
son míos – decía con su peculiar sonrisa – no has entendido.
- Claro
que sí, solo bromeaba un poco.
Todas esas cosas se
me ocurrieron allí en ese instando, viéndolo a él mientras seguía hablando.
- Entonces
ya captas lo que quiero decir, estas son las cosas que me hacen olvidar
este mundo absurdo que no sabe a dónde va, cosas que parecen tan
simples pero encierran mucho valor.
- Te
comprendo, es decir, el porqué decidiste servir a la gente y creer en Dios,
pero ¿no te parece injusto que ese mismo Dios permita que sucedan tantas cosas
perjudiciales? Inclusive que las mismas personas a quienes sirven terminen
destruyéndose entre ellos.
- No
se trata de que Él lo permita o no, o si es justo o no, recuerda que cada uno
de nosotros es responsable de nuestros actos, no Dios.
- Entonces
¿Para qué está allí si no se puede hacer responsable de nada?
- ¿Una
madre que amamanta demuestra que hay un Dios o no? Si
tengo
seca la garganta ¿eso demuestra que hay un Dios o no? el
dolor de un tiempo abierto ¿Qué te dice? un mañana siempre incierto ¿es
bueno o no? Saber que te prepara el futuro, el sudor en una frente, el dolor de aquella
gente ¿haces responsable a Dios por eso?
- No
me refería a eso – respondí a la defensiva.
- Aleluya
- No
te soporto cuando te pones tan cerrado, afirmando siempre que tu Dios es la
razón de todo cuando ni siquiera puedes echarle la culpa de las cosas.
- La
culpa y la razón son vecinas pero no son compañeras.
- Deja
de hablarme en metáforas, hazme el favor, yo solo te pregunté en que te basas
para hacerlo, cuando has sufrido tanto como yo, cuando te han herido demasiado
como a mí, realmente cuesta.
- No
estoy diciendo que no, tampoco estoy tratando de convencerte que creas, pues no
es mi Dios, simplemente es Dios de todos, incluso de ti.
- Eso
lo discutimos en otro momento.
- ¿Sabes qué pasa cuando una llaga que se
cierra no cicatriza? Tiende a volver a
abrirse, y una herida que se entierra solo sanará si se la deja de tocar, unos
labios temblorosos, unos brazos calurosos, eso sí vale la pena experimentar, si escribes dos
palabras en la arena: “es difícil” o “no puedo” y una ola se las lleva ¿Qué
significa?
- Que
no durará siempre, que puede cambiar.
Nuevamente Fernando esbozó una
sonrisa, esta vez de satisfacción mientras susurraba: Exacto. Aleluya
lo has entendido bien.
- Las cosas más absurdas que puedas imaginar también
forman parte de nosotros, de nuestra actitud, de nuestro ser, también nos hacen
olvidar lo irracional que puede llegar a ser este mundo en que estamos, un
reloj con treinta horas, el cartel de “no funciona”, una piedra en el vacío, otra
piedra en el sentido, una lluvia en el alma, un incendio en las entrañas ¿Te
imaginas? Aleluya ¿verdad?
- Y
a todas estas, usas mucho la palabrita esa, se supone que no puede usarse en
vano.
- Aleluya
significa “alabado sea Dios” y solo es una exclamación que generalmente uso
cuando veo la grandeza del universo plasmada en algo tan sencillo. Disculpa si te
molesta.
- Descuida.
Sin darnos cuenta ya
estábamos kilómetro abajo del río, caminando sin saber a dónde, le propuse
regresar y él aceptó, aún no podía aceptar que mi vida estaba siendo observada
por un ser supremo al cual no había movido ni un dedo para ayudarme, pero
simplemente la compañía de Fernando me hacía sentir que era parte de un plan
que algo más grande que yo, alguien superior a nosotros tenía preparado.
Divisamos de nuevo el
centro de la ciudad y retomamos nuestro viaje a casa, la verdad parecía seguro
transitar en la noche, no sé si era porque esa parte de la ciudad era segura o tan
solo me sentía segura en ese instante. Miraba a Fernando y sentía una paz que
nunca había sentido antes con él ¿Qué me pasaba? ¿Me estaba enamorando? De
pronto dijo algo que me sacó de mis pensamientos.
- ¿Perdón? – pregunté saliendo de mi confundida
cabeza de vuelta a la realidad.
- Te decía que si has tenido algún temor grande que
te impida crecer o avanzar.
- No lo sé aún, supongo que si ¿tú tienes alguno?
- Si, Unos pasos sin destino por cuarenta
mil caminos, sería mi peor pesadilla, es decir que después
de recorrer tanto termine perdido, sin rumbo, sin metas, no me lo perdonaría,
es como un acorde disonante, o como los nueve infiernos sin el Dante…
Ahora mi confusión era mayor, él
pareció advertir mis pensamientos.
- Creo
que no has oído hablar de la Divina Comedia – repuso – a lo que me refiero es
que quizás exista dentro de ti algo que temes que ocurra en el futuro y te
haga…
- Unas
flores en mi tumba – le interrumpí – es lo que temo.
- ¿En serio? ¿flores en tu tumba? ¿Por qué?
- Porque temo que aquellos que lleven flores a mi
tumba nunca sepan lo que viví y tengan una imagen errada de mí.
- Entonces procura de ahora en adelante demostrar a
los que te amamos, como es que quieres vivir y cómo quieres ser recordada.
- De ser así ¿me llevarías flores a mi tumba?
- Seguramente, y siempre serán azucenas – respondió
mirándome a los ojos, esta vez seriamente.
- Siempre,
nunca, nunca, nunca – pensaba yo tratando de contener
las ganas de abrazarlo, con mis labios entreabiertos, sonriendo por dentro
logré murmurar – aleluya.
- De
ahora en adelante las azucenas serán mis flores favoritas.
- Es
bueno saberlo.
- Y
a todas estas, ya que no eres sacerdote ¿te dejarán tener novia o algo así? Es
decir ¿Le permiten a los seminaristas casarse?
- ¿Estás
proponiéndome algo?
Mi rostro de coloró
al instante, realmente lo pude sentir y por mucho que quise disimular, sabía
que era inevitable sonrojarme y él se había dado cuenta, ya que continuó o
trató de hacerlo lo más natural posible.
- No es una regla tomar el voto del celibato si a
eso te refieres, solo aquellos que así lo deseen, al igual que el voto de
silencio, o de ayuno, son opciones que tenemos, son formas de que nuestra mente
y cuerpo esté más en comunión con el cielo, pero siguen siendo opciones.
- Y… ¿Cuál de esos votos planeas hacer?
Evitaba mirarlo a los
ojos, no podía ponerme en evidencia nuevamente, además ¿Qué me importaba a mí
eso? Pues, me importaba y mucho, sentía que mi corazón latía más rápido ¿Por
qué le pregunté eso? Que estúpida soy, alcé mis ojos para tratar de disculparme
pero simplemente todo se detuvo, antes de darme cuenta sus labios estaban
amoldándose con los míos en un instante que pareció una película entera, un
recorrido por un universo singular pasó a mil por hora, el aroma de sus besos
me transportó a otro lugar, a otro instante donde me sentía plácida y serena
sin incomodidades, donde era yo misma, un lugar donde por primera vez ya no me
sentía perdida.
* Esta palabra fue cambiada por el editor por considerar la original de mal gusto
|
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario