viernes, 22 de mayo de 2015

CAP 08 - HOY


Cada semana nos contábamos la forma en que íbamos progresando, Samuel había encontrado un empleo de medio tiempo y Crisol llevaba dos meses sobria. Adelaida sin embargo aún tenía problemas para superar su adicción, pero Valentina la aconsejaba y siempre la animaba a recluirse en un Centro de rehabilitación aunque ella, a última hora, terminaba rehusándose.

Los meses pasaron, no recuerdo cuantos pero me sentí de nuevo en familia, y lo mejor de todo es que ya no me sentía avergonzada de mi misma sino que el valor aumentaba dentro de mí, especialmente para contarle a Fernando mi situación pasada; pero siempre ocurría alguna cosa que me impedía hacerlo. Recuerdo que hablé con Luke y le conté mi pasado y fue muy liberador poder decírselo a alguien que también haya pasado por lo mismo, obviamente ya todos en el grupo incluyendo a Valentina conocían esos secretos que antes me atormentaban, incluso me animaron a perdonar al hombre aquel que abusó de mí, pero realmente me costaba mucho puesto que acabó también con la vida de alguien que quería y eso no podía olvidarlo así tan fácil.
Me sorprendí al ver a Crisol viviendo en una de las habitaciones contiguas a la mía, no recuerdo si siempre había estado allí o simplemente se estaba incorporando, eran muchos los cuartos de esa iglesia, o más bien de ese convento pues así era como lo llamaba yo. Había estado limpia todo este tiempo, ya no consumía y me alegraba por ella, pasábamos horas hablando y se convirtió en alguien importante para mí, pero nunca en una amiga ¿es eso posible? Pues si, Crisol solo era una persona que al igual que yo había sufrido las malas jugadas que un “destino” había decidido lanzar sobre nosotras, nos sentimos identificadas pero nunca llegamos a tener una amistad, y eso lo podía entender, particularmente me costaba confiar en alguien.

Está haciendo frio nuevamente, creo que cerraré las ventanas ¿están aburriéndose? Sé que tiendo a generalizar todo pero trataré de ser más específica y no salirme de la historia… ¿por dónde iba? Ah cierto.

Valentina siguió al frente del grupo hasta que le ofrecieron un empleo en otra ciudad, al principio no quiso aceptar para no abandonarnos pero la convencimos que aprovechara esa oportunidad, después de todo ya estábamos avanzando y cogiendo buen camino, todos excepto yo, pero no se lo iba a hacer saber. Tengo marcado en el pecho todos los días que el tiempo no me dejó estar aquí. Nada es tan fácil como para lograrlo en seguida, ni tan difícil como para renunciar, simplemente era una meta lejana, un paso a la vez, mi próximo paso debía ser: confiar en alguien.
Después que Crisol hubiese conseguido entrar a la universidad ya no tenía a nadie con quien conversar en las tardes, por supuesto me alegré por ella pero ¿podría confiar en ella? Confianza, una palabra que suena fácil pero es muy compleja, la comparo como el agua que se derrama, puedes volver a recogerla pero siempre quedará sucia. Tengo una fe que madura que va conmigo y me cura desde que te conocí. Comencé a visitar a Fernando al hospital, obviamente después de su turno, no les hablé de su trabajo ¿verdad? Él era voluntario, había hecho varios cursos de enfermería y prestaba sus servicios en el ala de emergencias. Realmente no me parecía eso una buena labor ya que te enfrentas a lo más doloroso de la vida y nadie te paga por eso, pero al parecer a él le funcionaba bien.
Por alguna extraña razón, que aún no lograba entender del todo, me sentía cómoda con Fernando, podía ser yo misma cuando estaba con él, sin tener que ocultar nada de mi ser ni de mi pasado, a veces pensaba que junto a él mi vida sería distinta, no me refería a nada romántico porque definitivamente esa parte estaba erradicada de mi vida, pero no les voy a negar que sentía algo, una especie de atracción que no podía controlar y eso me tenía devastada. Tengo una huella perdida entre tu sombra y la mía que no me deja mentir. Obviamente nunca se nubló mi mente por él, nunca lo veía como alguien perfecto, jamás pasé mis horas pensando en él, pero los minutos que lo hacía ciertamente me hacían sonreír. Qué estúpida situación ¿verdad? Un día me invitó a salir.
-      Pasas mucho tiempo aquí Ernestina ¿Por qué no salimos?
-      ¿A dónde?
-      Donde sea, ya que no estás en el grupo de apoyo y trabajas medio día, podrías usar ese tiempo restante en hacer algo – me dijo.
Creo que olvidé mencionarles que trabajaba en el mismo hospital que Fernando pero en la farmacia, catalogando cada medicamento por fecha y prescripción. Debí contarle todo mi pasado a Fernando, después de todo fue él quien me recomendó para el empleo, y estoy segura que si supiesen lo que Valentina o cualquiera del grupo sabían, nunca me hubiesen contratado, ¿darle empleo de farmacéutica a una ex-drogadicta? inconcebible. Estaba a la deriva, esperando que algo o alguien me rescatase. Soy una moneda en la fuente, tú mi deseo pendiente, mis ganas de revivir. Aún no estaba completamente segura sí Fernando era esa persona que pudiese hacerlo.
-      Y entonces ¿Qué dices?
-      De acuerdo – respondí.
Y fue así donde tuvimos nuestra primera cita, aunque ninguno de los dos lo sospechaba ni lo tildaba de “cita”.
No les voy a detallar como fue pues no era la gran cosa, no estábamos enamorados ni pretendíamos estarlo, al menos yo estaba clara en que no quería ningún tipo de relación romántica o de esa índole, cuan equivocada estaba, ni yo misma sabía lo que quería.
Tengo una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tú eres mi norte y mi sur.
Solo caminamos por una pasarela para peatones justo encima de la avenida principal, logrando divisar numerosos automóviles, peatones y bicicletas… Las bicicletas… como las añoraba, cuando de niña iba con mi padre al parque y pasábamos horas montando bicicletas hasta que nos caía la noche y el ocaso arropaba nuestros rostros ya cansados pero felices, eran momentos que jamás volverían pero… me hacían sentir viva y con ganas de continuar, no podía creer lo tonta que fui al intentar suicidarme, no sé qué propósito tenía en este mundo pero estaba dispuesta a descubrirlo.
Hoy voy a verte de nuevo, voy a envolverme en tu ropa, susúrrame en tu silencio cuando me veas llegar. Hoy voy a verte de nuevo, enciérrame en tu mirada para que no pueda huir y esta vez te contaré mi más oscuro secreto… sin embargo no tuve el valor suficiente para hacerlo. Hoy voy a verte de nuevo, voy a alegrar tu tristeza, vamos a hacer una fiesta pa' que este amor crezca más. Definitivamente no era amor lo que crecía en mí, era algo más, algo que no le encontraba sentido ni mucho menos una descripción lógica.
-      ¿Por qué te gusta ayudar a la gente? – le pregunté en una ocasión agarrándolo totalmente desprevenido.
-      Me gusta servir – respondió él.
-      No es una respuesta tangible.
-      ¿Por qué ese interrogatorio repentino?
-      Aún no respondes mi pregunta.
-      De acuerdo – dijo mientras se acomodaba el cabello que le caía en la frente – creo que mi propósito es dar esperanza a todo el que la necesite.
-      ¿Qué te crees un dios o algo así?
-      No se trata de credos, sino de convicciones, lo que tu sientes en tu interior que te hace saber a lo que estás destinado
Nuevamente el maldito destino salía a flote, esa palabra estaba erradicada de mi vocabulario.
-      El destino no existe, eso lo creas tú mismo – refuté con tono ligeramente subido.
-      Tienes razón – respondió él – pero debemos tener un punto de partida, algo que nos impulse a tomar la decisión correcta, y eso sigue siendo parte del destino.
-      Y vas a seguir con el destino – mi tono de voz ya se notaba enfadado – nadie nace marcado por la buena o mala suerte.
-      Nunca he mencionado la suerte, no confundas suerte con destino, no existe la buena suerte ni la mala suerte, simplemente son consecuencias de nuestras propias decisiones.
-      Entonces no crees en el destino.
-      Tampoco he dicho eso.
-      Es sencillo mi amor, las cosas que nos pasan vienen por consecuencias de lo que…
Fernando siguió hablando para dar su punto de vista, pero mi atención ya no estaba en sus palabras, no podía creer que me haya llamado “mi amor” ¿Acaso me veía como su amor? ¿Lo habrá dicho a propósito? ¿Tendría algún sentido para él o solo fue un decir? Me sentía muy extraña, mis emociones se combatían unas con otras y cada vez la cordura era fulminada por alguna de ellas.
Tengo una frase colgada entre mi boca y mi almohada que me desnuda ante ti. Una frase que aún no podía materializarse o mejor dicho, no podía salir al exterior porque no encontraba el ajuste exacto que une cada una de sus palabras para que tenga un sentido. Estaba enamorada, pero no de Fernando, sino de sus ideas, de sus pensamientos, de sus expresiones. Tengo una playa y un pueblo que me acompañan de noche cuando no estás junto a mí. Era de esperarse que mi cabeza era un caos, no me podía concentrar bien en el trabajo y ciertamente debía hacerlo, de lo contrario podría confundir algún medicamento y podría poner en riesgo la vida de alguien, me regañaba a mí misma para evitar pensar en él, en esas dos palabras que tan sencillas que parecen encierran un gran significado que puede cambiarlo todo, pero… no me terminaba de convencer, seguramente le diría “mi amor” a muchas chicas, yo apenas tenía dieciocho años y creía que ya lo había vivido todo, pero aún me faltaba lo más importante: el amor.
Tengo una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tú eres mi norte y mi sur.
¿Será posible que esa palabra estuviera destinada para mí? Amor. ¿Qué era el amor? Obviamente algo inverosímil.
-      Esto llegó para ti – me dijo una recepcionista mientras me daba una flor.
Era una azucena blanca o más bien color nácar, venía con una tarjeta que decía: “Destino o no, me alegro que estés aquí… Fernando”
Nunca creí en el destino pero… el hecho de que no crea en algo no significa que no exista. No podía evitar sonreír mientras olía el aroma de la flor, nunca fui detallista ni me gustaban esas cosas, pero esta vez era diferente, alguien se había tomado la molestia de escribirme una nota diciendo que se alegraba de verme, de devolverme a la vida, literalmente ya que fue él mismo quien me sacó de aquel río y… no podía volver atrás, debía verlo una vez más, el momento era hoy o nunca, tenía que salir de dudas si había un sentimiento fuerte entre ambos o no, así que me dirigí a su habitación, toqué dos veces pero no esperé a que me respondiera sino que entré de una vez y… mi sorpresa fue mayor, definitivamente si el destino existía… tenía algo contra mí.
-      Veo que te gustó la flor – dijo él apenas me vio entrar con ella en la mano.
Me quedé paralizada, una mezcla entre rabia, emoción y carcajadas pasaba por mi mente, al ver frente a mí a Fernando con una sotana sacerdotal ¿Cómo pude ser tan ciega todos estos días? Siempre lo veía en el hospital, nunca aquí en la iglesia, aunque siempre me pregunté por qué tenía tanta influencia, era más que obvio, me había enamorado de un cura, pasaron mil cosas por mi cabeza, muchas de ellas no muy buenas, otras sin sentido pero muchas respuestas para decirle… sin embargo sólo una palabra logró salir de mis labios, la palabra que menos imaginé que existiese en mi léxico, una palabra que carecía de sentido para mí.
-      Aleluya – fue lo que respondí al mismo tiempo que la flor caía entre mis dedos deslizándose lentamente hacia mis pies, juro que podía escuchar cada pétalo deshaciéndose en mis zapatos.
-      ¿Aleluya? – me preguntó extrañado un Fernando más serio.
-      Lo siento, no debí entrar así, discúlpame.
-      Descuida Ernestina, pero la flor se estropeó…
-      Lo lamento, no fue mi intención, se me cayó de las manos y…

Salí lo más rápido posible, por primera vez sentí que Dios aparecía en mi vida simplemente para arrebatarme, de nuevo, una ilusión.


Gallery is empty

No hay comentarios:

Publicar un comentario