Cada semana nos
contábamos la forma en que íbamos progresando, Samuel había encontrado un
empleo de medio tiempo y Crisol llevaba dos meses sobria. Adelaida sin embargo
aún tenía problemas para superar su adicción, pero Valentina la aconsejaba y
siempre la animaba a recluirse en un Centro de rehabilitación aunque ella, a
última hora, terminaba rehusándose.
Los meses pasaron, no
recuerdo cuantos pero me sentí de nuevo en familia, y lo mejor de todo es que
ya no me sentía avergonzada de mi misma sino que el valor aumentaba dentro de
mí, especialmente para contarle a Fernando mi situación pasada; pero siempre ocurría
alguna cosa que me impedía hacerlo. Recuerdo que hablé con Luke y le conté mi
pasado y fue muy liberador poder decírselo a alguien que también haya pasado
por lo mismo, obviamente ya todos en el grupo incluyendo a Valentina conocían
esos secretos que antes me atormentaban, incluso me animaron a perdonar al
hombre aquel que abusó de mí, pero realmente me costaba mucho puesto que acabó
también con la vida de alguien que quería y eso no podía olvidarlo así tan
fácil.
Me sorprendí al ver a
Crisol viviendo en una de las habitaciones contiguas a la mía, no recuerdo si
siempre había estado allí o simplemente se estaba incorporando, eran muchos los
cuartos de esa iglesia, o más bien de ese convento pues así era como lo llamaba
yo. Había estado limpia todo este tiempo, ya no consumía y me alegraba por
ella, pasábamos horas hablando y se convirtió en alguien importante para mí,
pero nunca en una amiga ¿es eso posible? Pues si, Crisol solo era una persona
que al igual que yo había sufrido las malas jugadas que un “destino” había
decidido lanzar sobre nosotras, nos sentimos identificadas pero nunca llegamos
a tener una amistad, y eso lo podía entender, particularmente me costaba
confiar en alguien.
Está haciendo frio
nuevamente, creo que cerraré las ventanas ¿están aburriéndose? Sé que tiendo a
generalizar todo pero trataré de ser más específica y no salirme de la
historia… ¿por dónde iba? Ah cierto.
Valentina siguió al
frente del grupo hasta que le ofrecieron un empleo en otra ciudad, al principio
no quiso aceptar para no abandonarnos pero la convencimos que aprovechara esa
oportunidad, después de todo ya estábamos avanzando y cogiendo buen camino,
todos excepto yo, pero no se lo iba a hacer saber. Tengo marcado en el pecho todos los días que el tiempo no me dejó estar
aquí. Nada es tan fácil como
para lograrlo en seguida, ni tan difícil como para renunciar, simplemente era
una meta lejana, un paso a la vez, mi próximo paso debía ser: confiar en
alguien.
Después que
Crisol hubiese conseguido entrar a la universidad ya no tenía a nadie con quien
conversar en las tardes, por supuesto me alegré por ella pero ¿podría confiar
en ella? Confianza, una palabra que suena fácil pero es muy compleja, la
comparo como el agua que se derrama, puedes volver a recogerla pero siempre
quedará sucia. Tengo una fe que madura que va conmigo y me cura desde que te conocí. Comencé
a visitar a Fernando al hospital, obviamente después de su turno, no les hablé
de su trabajo ¿verdad? Él era voluntario, había hecho varios cursos de
enfermería y prestaba sus servicios en el ala de emergencias. Realmente no me
parecía eso una buena labor ya que te enfrentas a lo más doloroso de la vida y
nadie te paga por eso, pero al parecer a él le funcionaba bien.
Por alguna
extraña razón, que aún no lograba entender del todo, me sentía cómoda con
Fernando, podía ser yo misma cuando estaba con él, sin tener que ocultar nada
de mi ser ni de mi pasado, a veces pensaba que junto a él mi vida sería
distinta, no me refería a nada romántico porque definitivamente esa parte
estaba erradicada de mi vida, pero no les voy a negar que sentía algo, una
especie de atracción que no podía controlar y eso me tenía devastada. Tengo
una huella perdida entre tu sombra y la mía que no me deja mentir. Obviamente
nunca se nubló mi mente por él, nunca lo veía como alguien perfecto, jamás pasé
mis horas pensando en él, pero los minutos que lo hacía ciertamente me hacían
sonreír. Qué estúpida situación ¿verdad? Un día me invitó a salir.
- Pasas mucho tiempo aquí Ernestina ¿Por qué no
salimos?
- ¿A dónde?
- Donde sea, ya que no estás en el grupo de apoyo y
trabajas medio día, podrías usar ese tiempo restante en hacer algo – me dijo.
Creo que olvidé
mencionarles que trabajaba en el mismo hospital que Fernando pero en la
farmacia, catalogando cada medicamento por fecha y prescripción. Debí contarle
todo mi pasado a Fernando, después de todo fue él quien me recomendó para el
empleo, y estoy segura que si supiesen lo que Valentina o cualquiera del grupo
sabían, nunca me hubiesen contratado, ¿darle empleo de farmacéutica a una ex-drogadicta?
inconcebible. Estaba a la deriva, esperando que algo o alguien me rescatase. Soy una moneda en la fuente, tú mi deseo pendiente,
mis ganas de revivir. Aún no
estaba completamente segura sí Fernando era esa persona que pudiese hacerlo.
- Y entonces ¿Qué dices?
- De acuerdo – respondí.
Y fue así donde
tuvimos nuestra primera cita, aunque ninguno de los dos lo sospechaba ni lo
tildaba de “cita”.
No les voy a detallar
como fue pues no era la gran cosa, no estábamos enamorados ni pretendíamos
estarlo, al menos yo estaba clara en que no quería ningún tipo de relación
romántica o de esa índole, cuan equivocada estaba, ni yo misma sabía lo que
quería.
Tengo
una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu
amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tú eres
mi norte y mi sur.
Solo
caminamos por una pasarela para peatones justo encima de la avenida principal,
logrando divisar numerosos automóviles, peatones y bicicletas… Las bicicletas…
como las añoraba, cuando de niña iba con mi padre al parque y pasábamos horas
montando bicicletas hasta que nos caía la noche y el ocaso arropaba nuestros
rostros ya cansados pero felices, eran momentos que jamás volverían pero… me
hacían sentir viva y con ganas de continuar, no podía creer lo tonta que fui al
intentar suicidarme, no sé qué propósito tenía en este mundo pero estaba
dispuesta a descubrirlo.
Hoy
voy a verte de nuevo, voy a envolverme en tu ropa, susúrrame en tu silencio
cuando me veas llegar. Hoy voy
a verte de nuevo, enciérrame en tu mirada para que no pueda huir y esta vez te
contaré mi más oscuro secreto… sin embargo no tuve el valor suficiente para
hacerlo. Hoy voy a verte de nuevo, voy a alegrar tu tristeza, vamos a hacer una
fiesta pa' que este amor crezca más. Definitivamente
no era amor lo que crecía en mí, era algo más, algo que no le encontraba
sentido ni mucho menos una descripción lógica.
- ¿Por qué te gusta ayudar a la gente? – le pregunté
en una ocasión agarrándolo totalmente desprevenido.
- Me gusta servir – respondió él.
- No es una respuesta tangible.
- ¿Por qué ese interrogatorio repentino?
- Aún no respondes mi pregunta.
- De acuerdo – dijo mientras se acomodaba el cabello
que le caía en la frente – creo que mi propósito es dar esperanza a todo el que
la necesite.
- ¿Qué te crees un dios o algo así?
- No se trata de credos, sino de convicciones, lo
que tu sientes en tu interior que te hace saber a lo que estás destinado
Nuevamente el maldito
destino salía a flote, esa palabra estaba erradicada de mi vocabulario.
- El destino no existe, eso lo creas tú mismo –
refuté con tono ligeramente subido.
- Tienes razón – respondió él – pero debemos tener
un punto de partida, algo que nos impulse a tomar la decisión correcta, y eso
sigue siendo parte del destino.
- Y vas a seguir con el destino – mi tono de voz ya
se notaba enfadado – nadie nace marcado por la buena o mala suerte.
- Nunca he mencionado la suerte, no confundas suerte
con destino, no existe la buena suerte ni la mala suerte, simplemente son
consecuencias de nuestras propias decisiones.
- Entonces no crees en el destino.
- Tampoco he dicho eso.
- Es sencillo mi amor, las cosas que nos pasan
vienen por consecuencias de lo que…
Fernando siguió
hablando para dar su punto de vista, pero mi atención ya no estaba en sus
palabras, no podía creer que me haya llamado “mi amor” ¿Acaso me veía como su
amor? ¿Lo habrá dicho a propósito? ¿Tendría algún sentido para él o solo fue un
decir? Me sentía muy extraña, mis emociones se combatían unas con otras y cada
vez la cordura era fulminada por alguna de ellas.
Tengo
una frase colgada entre mi boca y mi almohada que me desnuda ante ti. Una frase que aún no podía materializarse o mejor
dicho, no podía salir al exterior porque no encontraba el ajuste exacto que une
cada una de sus palabras para que tenga un sentido. Estaba enamorada, pero no
de Fernando, sino de sus ideas, de sus pensamientos, de sus expresiones. Tengo
una playa y un pueblo que me acompañan de noche cuando no estás junto a mí. Era
de esperarse que mi cabeza era un caos, no me podía concentrar bien en el
trabajo y ciertamente debía hacerlo, de lo contrario podría confundir algún
medicamento y podría poner en riesgo la vida de alguien, me regañaba a mí misma
para evitar pensar en él, en esas dos palabras que tan sencillas que parecen encierran
un gran significado que puede cambiarlo todo, pero… no me terminaba de
convencer, seguramente le diría “mi amor” a muchas chicas, yo apenas tenía
dieciocho años y creía que ya lo había vivido todo, pero aún me faltaba lo más
importante: el amor.
Tengo
una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu
amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tú eres
mi norte y mi sur.
¿Será
posible que esa palabra estuviera destinada para mí? Amor. ¿Qué era el amor?
Obviamente algo inverosímil.
-
Esto llegó
para ti – me dijo una recepcionista mientras me daba una flor.
Era una
azucena blanca o más bien color nácar, venía con una tarjeta que decía: “Destino
o no, me alegro que estés aquí… Fernando”
Nunca creí
en el destino pero… el hecho de que no crea en algo no significa que no exista.
No podía evitar sonreír mientras olía el aroma de la flor, nunca fui detallista
ni me gustaban esas cosas, pero esta vez era diferente, alguien se había tomado
la molestia de escribirme una nota diciendo que se alegraba de verme, de
devolverme a la vida, literalmente ya que fue él mismo quien me sacó de aquel
río y… no podía volver atrás, debía verlo una vez más, el momento era hoy o
nunca, tenía que salir de dudas si había un sentimiento fuerte entre ambos o
no, así que me dirigí a su habitación, toqué dos veces pero no esperé a que me
respondiera sino que entré de una vez y… mi sorpresa fue mayor, definitivamente
si el destino existía… tenía algo contra mí.
- Veo que te gustó la flor – dijo él apenas me vio
entrar con ella en la mano.
Me quedé paralizada,
una mezcla entre rabia, emoción y carcajadas pasaba por mi mente, al ver frente
a mí a Fernando con una sotana sacerdotal ¿Cómo pude ser tan ciega todos estos
días? Siempre lo veía en el hospital, nunca aquí en la iglesia, aunque siempre
me pregunté por qué tenía tanta influencia, era más que obvio, me había
enamorado de un cura, pasaron mil cosas por mi cabeza, muchas de ellas no muy
buenas, otras sin sentido pero muchas respuestas para decirle… sin embargo sólo
una palabra logró salir de mis labios, la palabra que menos imaginé que
existiese en mi léxico, una palabra que carecía de sentido para mí.
- Aleluya – fue lo que respondí al mismo tiempo que
la flor caía entre mis dedos deslizándose lentamente hacia mis pies, juro que
podía escuchar cada pétalo deshaciéndose en mis zapatos.
- ¿Aleluya? – me preguntó extrañado un Fernando más
serio.
- Lo siento, no debí entrar así, discúlpame.
- Descuida Ernestina, pero la flor se estropeó…
- Lo lamento, no fue mi intención, se me cayó de las
manos y…
Salí lo más rápido
posible, por primera vez sentí que Dios aparecía en mi vida simplemente para
arrebatarme, de nuevo, una ilusión.
Gallery is empty
No hay comentarios:
Publicar un comentario