viernes, 29 de mayo de 2015

CAP 09 - ALELUYA


Pasaban los días y cada vez evitaba ver a Fernando, y por supuesto, él se había dado cuenta de eso; en el hospital nos veíamos poco y cuando hablábamos lo hacíamos frente a varias personas para evitar momentos incómodos, aún así cada viernes recibía una azucena anónimamente aunque ya sabía de quien provenía, de alguna forma me hacía sentir viva, hasta que un viernes deje de recibirla, espere unos días más hasta el próximo y nuevamente la flor nunca llegó, fue en ese instante que me preocupé.
-      ¿Por qué dejaste de enviarme flores? – le pregunté un día a Fernando.
-      Pensé que ya no te gustaban – me respondió.
-      ¿Qué te hizo pensar eso?
-      Nunca me respondiste y cada vez que te veía evitabas mi mirada.
-      Eres un tonto*
-      ¿Yo soy el tonto?
-      Así es, eso no significaba que dejaron de gustarme.
-      ¿Y entonces?
-      Ashhh… es que no entiendes, no me conoces para nada.
-      Lo sé, el problema es que no me dejas conocerte Ernestina, créeme que he tratado pero…
-      No querrás entrar en mi cabeza, no es lo más sensato en este momento.
-      ¿Y Quién define lo que es sensato o no?
-      No te desvíes del tema, estamos hablando de las flores.
-      ¿Segura que hablamos sobre eso?
-      ¿Ahora te crees psicólogo? – esta vez mi tono de voz estaba acelerando.
-      Mi amor ¿Por qué no me cuentas lo que tienes?
-      Precisamente de eso se trata, no soy tu amor ¿Por qué me llamas así cuando no lo sientes de verdad?

Fernando se quedó callado por unos segundos que parecieron interminables, pensé que había herido sus sentimientos o algo, quise acabar con el silencio incómodo pero no encontré las palabras adecuadas, fue entonces cuando él me sorprendió nuevamente colocando su mano tibia en mis mejillas haciéndome de nuevo vulnerable ¿Cómo era eso posible? Odiaba sentirme así, realmente lo detestaba.
-      Yo no te puedo gustar pues tú eres un sacerdote – le dije sin tapujos.
-      ¿Sacerdote? – reía irónicamente – no lo soy, solo soy un seminarista.
-      Un futuro sacerdote, es lo mismo.
-      No, no es lo mismo, principalmente porque aún no he hecho mis votos, y en segundo lugar… porque no soy católico.
Mis ojos quedaron atónitos.
-      ¿Se puede ser cura sin ser católico?
Nuevamente Fernando reía de manera sarcástica.
-      Ahora eres tú quien no me has comprendido, no soy católico pues mis seminarios no son de la iglesia católica.
-      ¿No lo son? – mi confusión crecía más – nunca me dijiste que religión practicabas, yo pensé que...
-      ¿Acaso importaba? Tú necesitabas ayuda y te la brindé – respondió.
-      Necesito descansar – repuse al mismo tiempo que apoyaba mis talones junto a la planta del pie completamente al suelo y me acercaba a una silla.
Miles de cosas pasaron por mi cabeza en ese instante ¿Qué estaba sintiendo? si no era católico entonces ¿podía tener pareja? ¿Por qué me importaba tanto eso? Eran muchas las dudas y aun no me quedaba claro lo que significaba para mí.
¿Podemos hablar? – fue lo único que alcancé a decir – cuando estés desocupado, desde luego.
Estábamos aun trabajando en el hospital sin darnos cuenta que nuestra pequeña discusión o “intercambio de ideas” como lo llamaba él, había sido presenciado por varios presentes allí, sin embargo ya a estas alturas no valía la pena sentir vergüenza por eso.

Al día siguiente el ambiente no se sentía tan pesado, al menos no para mí, Fernando me llevó a un restaurant y luego fuimos a orillas del río simplemente a caminar.
-      Aquí fue donde te conocí – agregó él mientras chapoteaba sus pies.
Era cierto. No había caído en cuenta que era exactamente el mismo lugar donde me había rescatado de aquellas aguas, incluso las mismas rocas donde me apoyó para darme RCP – aunque él insistiera que fue un beso – no sabía si era buena idea recordar ese momento pero el detalle se agradecía.
-      Entonces ¿Por qué decidiste ser sacerdote? – le pregunté.

La noche estaba algo oscura, aunque no había luna el leve reflejo de la ciudad iluminaba nuestros rostros logrando detallar cada gesto, fue allí cuando noté que estaba algo tenso, pero luego de una sonrisa su expresión se relajó y respondió:
-      No seré sacerdote, seré teólogo, por eso soy seminarista.
-      De acuerdo ¿Por qué decidiste serlo?
-      Es difícil explicarlo y al mismo tiempo es muy fácil.
-      Inténtalo.
Su semblante se tornaba más rojizo y sus expresiones eran más rígidas, sin embargo continuaba sonriendo constantemente.
-      Existen muchas cosas en este mundo que me hacen admirar las maravillas de Dios – su mirada se posó fijamente en mí como adivinando lo que iba a decir – ya sé que te es imposible creer en Él, pues para mí es muy fácil hacerlo, incluso con las calamidades que ocurren, estas son las cosas que me hacen olvidar lo lejos que hemos estado de nuestra felicidad simplemente por no prestarles atención a los pequeños detalles. Al igual que tú, me reservo algunas cosas de mi pasado que no valen la pena mencionar, sin embargo te diré que, de miles de situaciones que ocurren siempre hay algo que aprender. Por ejemplo cuando ves una lágrima en la mano, o sientes un suspiro muy cercano, es porque un corazón está hablando sin pronunciar una palabra, una historia que termina, una piel que no respira, son indicios de que algo mejor va a llegar, si palpitas en tu interior una nube desgarrada o simplemente contemplas una sangre derramada fluyendo en algún paciente que desesperadamente anhela encontrar consuelo, esperanza o salud, sabes que está a tu alcance y claramente puedo decir: aleluya.
-      ¿Aleluya? ¿hablas en serio?
-      Por supuesto, imagina varias situaciones cotidianas que generalmente carecen de valor, o al menos del valor que le damos, como quince gritos que suplican, imagina una tierra que palpita, piensa en la sonrisa de un recuerdo, o en la mentira de un “te quiero”, son situaciones que muchos transitamos y pasan desapercibidas ante nuestros ojos, pero tienen un valor más allá del recuerdo porque permanecen con nosotros toda la vida, sean buenas o malas. Una niña que pregunta, unos cuerpos que se juntan, simplemente aleluya ¿no crees?
Comenzaba a comprender un poco la visión que Fernando tenia de la vida y de sí mismo, aunque sus metáforas se tornaban a veces inadmisibles.
-      Ver las cosas simples y pensar que no estás solo – continuó diciendo – te hace un ser extraordinario, no estoy diciendo que creas en un Dios en lo alto, solo que creas que eres importante en este mundo, tú eres el mundo de alguien, mil silencios de un olvido te hacen apreciar el recuerdo, un amor que se ha perdido te hace valorar el que tienes, tres guirnaldas en el pelo le dan estilo a una personalidad única, el aliento de unos besos te prueba que existe algo más allá de lo físico, y por supuesto en mi caso pude conocer a un Padre Celestial que dio todo por mí, pues el perdón de los pecados se demuestran en unos pies que están clavados, y solo puedo decir a eso: aleluya ¿Tú que le dirías?
-      ¿Yo? Pues… no lo sé… No puedo… es que simplemente aleluya es una palabra tan vana e inverosímil y no se aplica a esas situaciones.
-      Está bien Ernestina, entonces piensa simplemente en alguna cosa que te haya puesto a dudar, a recapacitar o simplemente a amar o detestar este mundo.

Eso era muy fácil, existían miles de cosas que me hacían dudar de la bondad de este mundo, desde mi padre que me abandonó, hasta el desgraciado que me violó… sin embargo, la chica aquella que me regaló pegamento me puso a pensar, aunque no fue el mejor de los regalos si fue eso precisamente, un regalo, alguien extraño se tomaba la molestia de obsequiarme algo de importancia para ella y desprenderse de eso para que otro, o sea yo, lo disfrutara, algo que en otro contexto sería un gran detalle de bondad, aunque probablemente viéndolo de otra perspectiva así haya sido.
-      Se me ocurren varias, la razón de la locura, una luz de luna oscura, unos ojos en la noche, una voz que no se oye, una llama que se apaga, una vida que se acaba ¿serán suficientes para un aleluya de esos de los tuyos?
-      No son míos – decía con su peculiar sonrisa – no has entendido.
-      Claro que sí, solo bromeaba un poco.
Todas esas cosas se me ocurrieron allí en ese instando, viéndolo a él mientras seguía hablando.
-      Entonces ya captas lo que quiero decir, estas son las cosas que me hacen olvidar este mundo absurdo que no sabe a dónde va, cosas que parecen tan simples pero encierran mucho valor.
-      Te comprendo, es decir, el porqué decidiste servir a la gente y creer en Dios, pero ¿no te parece injusto que ese mismo Dios permita que sucedan tantas cosas perjudiciales? Inclusive que las mismas personas a quienes sirven terminen destruyéndose entre ellos.
-      No se trata de que Él lo permita o no, o si es justo o no, recuerda que cada uno de nosotros es responsable de nuestros actos, no Dios.
-      Entonces ¿Para qué está allí si no se puede hacer responsable de nada?
-      ¿Una madre que amamanta demuestra que hay un Dios o no? Si tengo seca la garganta ¿eso demuestra que hay un Dios o no? el dolor de un tiempo abierto ¿Qué te dice? un mañana siempre incierto ¿es bueno o no? Saber que te prepara el futuro, el sudor en una frente, el dolor de aquella gente ¿haces responsable a Dios por eso?
-      No me refería a eso – respondí a la defensiva.
-      Aleluya
-      No te soporto cuando te pones tan cerrado, afirmando siempre que tu Dios es la razón de todo cuando ni siquiera puedes echarle la culpa de las cosas.
-      La culpa y la razón son vecinas pero no son compañeras.
-      Deja de hablarme en metáforas, hazme el favor, yo solo te pregunté en que te basas para hacerlo, cuando has sufrido tanto como yo, cuando te han herido demasiado como a mí, realmente cuesta.
-      No estoy diciendo que no, tampoco estoy tratando de convencerte que creas, pues no es mi Dios, simplemente es Dios de todos, incluso de ti.
-      Eso lo discutimos en otro momento.
-      ¿Sabes qué pasa cuando una llaga que se cierra no cicatriza? Tiende a volver a abrirse, y una herida que se entierra solo sanará si se la deja de tocar, unos labios temblorosos, unos brazos calurosos,  eso sí vale la pena experimentar, si escribes dos palabras en la arena: “es difícil” o “no puedo” y una ola se las lleva ¿Qué significa?
-      Que no durará siempre, que puede cambiar.
Nuevamente Fernando esbozó una sonrisa, esta vez de satisfacción mientras susurraba: Exacto. Aleluya  lo has entendido bien.
-      Las cosas más absurdas que puedas imaginar también forman parte de nosotros, de nuestra actitud, de nuestro ser, también nos hacen olvidar lo irracional que puede llegar a ser este mundo en que estamos, un reloj con treinta horas, el cartel de “no funciona”, una piedra en el vacío, otra piedra en el sentido, una lluvia en el alma, un incendio en las entrañas ¿Te imaginas? Aleluya ¿verdad?
-      Y a todas estas, usas mucho la palabrita esa, se supone que no puede usarse en vano.
-      Aleluya significa “alabado sea Dios” y solo es una exclamación que generalmente uso cuando veo la grandeza del universo plasmada en algo tan sencillo. Disculpa si te molesta.
-      Descuida.
Sin darnos cuenta ya estábamos kilómetro abajo del río, caminando sin saber a dónde, le propuse regresar y él aceptó, aún no podía aceptar que mi vida estaba siendo observada por un ser supremo al cual no había movido ni un dedo para ayudarme, pero simplemente la compañía de Fernando me hacía sentir que era parte de un plan que algo más grande que yo, alguien superior a nosotros tenía preparado.
Divisamos de nuevo el centro de la ciudad y retomamos nuestro viaje a casa, la verdad parecía seguro transitar en la noche, no sé si era porque esa parte de la ciudad era segura o tan solo me sentía segura en ese instante. Miraba a Fernando y sentía una paz que nunca había sentido antes con él ¿Qué me pasaba? ¿Me estaba enamorando? De pronto dijo algo que me sacó de mis pensamientos.
-      ¿Perdón? – pregunté saliendo de mi confundida cabeza de vuelta a la realidad.
-      Te decía que si has tenido algún temor grande que te impida crecer o avanzar.
-      No lo sé aún, supongo que si ¿tú tienes alguno?
-      Si, Unos pasos sin destino por cuarenta mil caminos, sería mi peor pesadilla, es decir que después de recorrer tanto termine perdido, sin rumbo, sin metas, no me lo perdonaría, es como un acorde disonante, o como los nueve infiernos sin el Dante
Ahora mi confusión era mayor, él pareció advertir mis pensamientos.
-      Creo que no has oído hablar de la Divina Comedia – repuso – a lo que me refiero es que quizás exista dentro de ti algo que temes que ocurra en el futuro y te haga…
-      Unas flores en mi tumba – le interrumpí – es lo que temo.
-      ¿En serio? ¿flores en tu tumba? ¿Por qué?
-      Porque temo que aquellos que lleven flores a mi tumba nunca sepan lo que viví y tengan una imagen errada de mí.
-      Entonces procura de ahora en adelante demostrar a los que te amamos, como es que quieres vivir y cómo quieres ser recordada.
-      De ser así ¿me llevarías flores a mi tumba?
-      Seguramente, y siempre serán azucenas – respondió mirándome a los ojos, esta vez seriamente.
-      Siempre, nunca, nunca, nunca – pensaba yo tratando de contener las ganas de abrazarlo, con mis labios entreabiertos, sonriendo por dentro logré murmurar – aleluya.
-      De ahora en adelante las azucenas serán mis flores favoritas.
-      Es bueno saberlo.
-      Y a todas estas, ya que no eres sacerdote ¿te dejarán tener novia o algo así? Es decir ¿Le permiten a los seminaristas casarse?
-      ¿Estás proponiéndome algo?
Mi rostro de coloró al instante, realmente lo pude sentir y por mucho que quise disimular, sabía que era inevitable sonrojarme y él se había dado cuenta, ya que continuó o trató de hacerlo lo más natural posible.
-      No es una regla tomar el voto del celibato si a eso te refieres, solo aquellos que así lo deseen, al igual que el voto de silencio, o de ayuno, son opciones que tenemos, son formas de que nuestra mente y cuerpo esté más en comunión con el cielo, pero siguen siendo opciones.
-      Y… ¿Cuál de esos votos planeas hacer?


Evitaba mirarlo a los ojos, no podía ponerme en evidencia nuevamente, además ¿Qué me importaba a mí eso? Pues, me importaba y mucho, sentía que mi corazón latía más rápido ¿Por qué le pregunté eso? Que estúpida soy, alcé mis ojos para tratar de disculparme pero simplemente todo se detuvo, antes de darme cuenta sus labios estaban amoldándose con los míos en un instante que pareció una película entera, un recorrido por un universo singular pasó a mil por hora, el aroma de sus besos me transportó a otro lugar, a otro instante donde me sentía plácida y serena sin incomodidades, donde era yo misma, un lugar donde por primera vez ya no me sentía perdida.


* Esta palabra fue cambiada por el editor por considerar la original de mal gusto


...

viernes, 22 de mayo de 2015

CAP 08 - HOY


Cada semana nos contábamos la forma en que íbamos progresando, Samuel había encontrado un empleo de medio tiempo y Crisol llevaba dos meses sobria. Adelaida sin embargo aún tenía problemas para superar su adicción, pero Valentina la aconsejaba y siempre la animaba a recluirse en un Centro de rehabilitación aunque ella, a última hora, terminaba rehusándose.

Los meses pasaron, no recuerdo cuantos pero me sentí de nuevo en familia, y lo mejor de todo es que ya no me sentía avergonzada de mi misma sino que el valor aumentaba dentro de mí, especialmente para contarle a Fernando mi situación pasada; pero siempre ocurría alguna cosa que me impedía hacerlo. Recuerdo que hablé con Luke y le conté mi pasado y fue muy liberador poder decírselo a alguien que también haya pasado por lo mismo, obviamente ya todos en el grupo incluyendo a Valentina conocían esos secretos que antes me atormentaban, incluso me animaron a perdonar al hombre aquel que abusó de mí, pero realmente me costaba mucho puesto que acabó también con la vida de alguien que quería y eso no podía olvidarlo así tan fácil.
Me sorprendí al ver a Crisol viviendo en una de las habitaciones contiguas a la mía, no recuerdo si siempre había estado allí o simplemente se estaba incorporando, eran muchos los cuartos de esa iglesia, o más bien de ese convento pues así era como lo llamaba yo. Había estado limpia todo este tiempo, ya no consumía y me alegraba por ella, pasábamos horas hablando y se convirtió en alguien importante para mí, pero nunca en una amiga ¿es eso posible? Pues si, Crisol solo era una persona que al igual que yo había sufrido las malas jugadas que un “destino” había decidido lanzar sobre nosotras, nos sentimos identificadas pero nunca llegamos a tener una amistad, y eso lo podía entender, particularmente me costaba confiar en alguien.

Está haciendo frio nuevamente, creo que cerraré las ventanas ¿están aburriéndose? Sé que tiendo a generalizar todo pero trataré de ser más específica y no salirme de la historia… ¿por dónde iba? Ah cierto.

Valentina siguió al frente del grupo hasta que le ofrecieron un empleo en otra ciudad, al principio no quiso aceptar para no abandonarnos pero la convencimos que aprovechara esa oportunidad, después de todo ya estábamos avanzando y cogiendo buen camino, todos excepto yo, pero no se lo iba a hacer saber. Tengo marcado en el pecho todos los días que el tiempo no me dejó estar aquí. Nada es tan fácil como para lograrlo en seguida, ni tan difícil como para renunciar, simplemente era una meta lejana, un paso a la vez, mi próximo paso debía ser: confiar en alguien.
Después que Crisol hubiese conseguido entrar a la universidad ya no tenía a nadie con quien conversar en las tardes, por supuesto me alegré por ella pero ¿podría confiar en ella? Confianza, una palabra que suena fácil pero es muy compleja, la comparo como el agua que se derrama, puedes volver a recogerla pero siempre quedará sucia. Tengo una fe que madura que va conmigo y me cura desde que te conocí. Comencé a visitar a Fernando al hospital, obviamente después de su turno, no les hablé de su trabajo ¿verdad? Él era voluntario, había hecho varios cursos de enfermería y prestaba sus servicios en el ala de emergencias. Realmente no me parecía eso una buena labor ya que te enfrentas a lo más doloroso de la vida y nadie te paga por eso, pero al parecer a él le funcionaba bien.
Por alguna extraña razón, que aún no lograba entender del todo, me sentía cómoda con Fernando, podía ser yo misma cuando estaba con él, sin tener que ocultar nada de mi ser ni de mi pasado, a veces pensaba que junto a él mi vida sería distinta, no me refería a nada romántico porque definitivamente esa parte estaba erradicada de mi vida, pero no les voy a negar que sentía algo, una especie de atracción que no podía controlar y eso me tenía devastada. Tengo una huella perdida entre tu sombra y la mía que no me deja mentir. Obviamente nunca se nubló mi mente por él, nunca lo veía como alguien perfecto, jamás pasé mis horas pensando en él, pero los minutos que lo hacía ciertamente me hacían sonreír. Qué estúpida situación ¿verdad? Un día me invitó a salir.
-      Pasas mucho tiempo aquí Ernestina ¿Por qué no salimos?
-      ¿A dónde?
-      Donde sea, ya que no estás en el grupo de apoyo y trabajas medio día, podrías usar ese tiempo restante en hacer algo – me dijo.
Creo que olvidé mencionarles que trabajaba en el mismo hospital que Fernando pero en la farmacia, catalogando cada medicamento por fecha y prescripción. Debí contarle todo mi pasado a Fernando, después de todo fue él quien me recomendó para el empleo, y estoy segura que si supiesen lo que Valentina o cualquiera del grupo sabían, nunca me hubiesen contratado, ¿darle empleo de farmacéutica a una ex-drogadicta? inconcebible. Estaba a la deriva, esperando que algo o alguien me rescatase. Soy una moneda en la fuente, tú mi deseo pendiente, mis ganas de revivir. Aún no estaba completamente segura sí Fernando era esa persona que pudiese hacerlo.
-      Y entonces ¿Qué dices?
-      De acuerdo – respondí.
Y fue así donde tuvimos nuestra primera cita, aunque ninguno de los dos lo sospechaba ni lo tildaba de “cita”.
No les voy a detallar como fue pues no era la gran cosa, no estábamos enamorados ni pretendíamos estarlo, al menos yo estaba clara en que no quería ningún tipo de relación romántica o de esa índole, cuan equivocada estaba, ni yo misma sabía lo que quería.
Tengo una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tú eres mi norte y mi sur.
Solo caminamos por una pasarela para peatones justo encima de la avenida principal, logrando divisar numerosos automóviles, peatones y bicicletas… Las bicicletas… como las añoraba, cuando de niña iba con mi padre al parque y pasábamos horas montando bicicletas hasta que nos caía la noche y el ocaso arropaba nuestros rostros ya cansados pero felices, eran momentos que jamás volverían pero… me hacían sentir viva y con ganas de continuar, no podía creer lo tonta que fui al intentar suicidarme, no sé qué propósito tenía en este mundo pero estaba dispuesta a descubrirlo.
Hoy voy a verte de nuevo, voy a envolverme en tu ropa, susúrrame en tu silencio cuando me veas llegar. Hoy voy a verte de nuevo, enciérrame en tu mirada para que no pueda huir y esta vez te contaré mi más oscuro secreto… sin embargo no tuve el valor suficiente para hacerlo. Hoy voy a verte de nuevo, voy a alegrar tu tristeza, vamos a hacer una fiesta pa' que este amor crezca más. Definitivamente no era amor lo que crecía en mí, era algo más, algo que no le encontraba sentido ni mucho menos una descripción lógica.
-      ¿Por qué te gusta ayudar a la gente? – le pregunté en una ocasión agarrándolo totalmente desprevenido.
-      Me gusta servir – respondió él.
-      No es una respuesta tangible.
-      ¿Por qué ese interrogatorio repentino?
-      Aún no respondes mi pregunta.
-      De acuerdo – dijo mientras se acomodaba el cabello que le caía en la frente – creo que mi propósito es dar esperanza a todo el que la necesite.
-      ¿Qué te crees un dios o algo así?
-      No se trata de credos, sino de convicciones, lo que tu sientes en tu interior que te hace saber a lo que estás destinado
Nuevamente el maldito destino salía a flote, esa palabra estaba erradicada de mi vocabulario.
-      El destino no existe, eso lo creas tú mismo – refuté con tono ligeramente subido.
-      Tienes razón – respondió él – pero debemos tener un punto de partida, algo que nos impulse a tomar la decisión correcta, y eso sigue siendo parte del destino.
-      Y vas a seguir con el destino – mi tono de voz ya se notaba enfadado – nadie nace marcado por la buena o mala suerte.
-      Nunca he mencionado la suerte, no confundas suerte con destino, no existe la buena suerte ni la mala suerte, simplemente son consecuencias de nuestras propias decisiones.
-      Entonces no crees en el destino.
-      Tampoco he dicho eso.
-      Es sencillo mi amor, las cosas que nos pasan vienen por consecuencias de lo que…
Fernando siguió hablando para dar su punto de vista, pero mi atención ya no estaba en sus palabras, no podía creer que me haya llamado “mi amor” ¿Acaso me veía como su amor? ¿Lo habrá dicho a propósito? ¿Tendría algún sentido para él o solo fue un decir? Me sentía muy extraña, mis emociones se combatían unas con otras y cada vez la cordura era fulminada por alguna de ellas.
Tengo una frase colgada entre mi boca y mi almohada que me desnuda ante ti. Una frase que aún no podía materializarse o mejor dicho, no podía salir al exterior porque no encontraba el ajuste exacto que une cada una de sus palabras para que tenga un sentido. Estaba enamorada, pero no de Fernando, sino de sus ideas, de sus pensamientos, de sus expresiones. Tengo una playa y un pueblo que me acompañan de noche cuando no estás junto a mí. Era de esperarse que mi cabeza era un caos, no me podía concentrar bien en el trabajo y ciertamente debía hacerlo, de lo contrario podría confundir algún medicamento y podría poner en riesgo la vida de alguien, me regañaba a mí misma para evitar pensar en él, en esas dos palabras que tan sencillas que parecen encierran un gran significado que puede cambiarlo todo, pero… no me terminaba de convencer, seguramente le diría “mi amor” a muchas chicas, yo apenas tenía dieciocho años y creía que ya lo había vivido todo, pero aún me faltaba lo más importante: el amor.
Tengo una mañana constante y una acuarela esperando verte pintado de azul. Tengo tu amor y tu suerte, y un caminito empinado, tengo el mar del otro lado, tú eres mi norte y mi sur.
¿Será posible que esa palabra estuviera destinada para mí? Amor. ¿Qué era el amor? Obviamente algo inverosímil.
-      Esto llegó para ti – me dijo una recepcionista mientras me daba una flor.
Era una azucena blanca o más bien color nácar, venía con una tarjeta que decía: “Destino o no, me alegro que estés aquí… Fernando”
Nunca creí en el destino pero… el hecho de que no crea en algo no significa que no exista. No podía evitar sonreír mientras olía el aroma de la flor, nunca fui detallista ni me gustaban esas cosas, pero esta vez era diferente, alguien se había tomado la molestia de escribirme una nota diciendo que se alegraba de verme, de devolverme a la vida, literalmente ya que fue él mismo quien me sacó de aquel río y… no podía volver atrás, debía verlo una vez más, el momento era hoy o nunca, tenía que salir de dudas si había un sentimiento fuerte entre ambos o no, así que me dirigí a su habitación, toqué dos veces pero no esperé a que me respondiera sino que entré de una vez y… mi sorpresa fue mayor, definitivamente si el destino existía… tenía algo contra mí.
-      Veo que te gustó la flor – dijo él apenas me vio entrar con ella en la mano.
Me quedé paralizada, una mezcla entre rabia, emoción y carcajadas pasaba por mi mente, al ver frente a mí a Fernando con una sotana sacerdotal ¿Cómo pude ser tan ciega todos estos días? Siempre lo veía en el hospital, nunca aquí en la iglesia, aunque siempre me pregunté por qué tenía tanta influencia, era más que obvio, me había enamorado de un cura, pasaron mil cosas por mi cabeza, muchas de ellas no muy buenas, otras sin sentido pero muchas respuestas para decirle… sin embargo sólo una palabra logró salir de mis labios, la palabra que menos imaginé que existiese en mi léxico, una palabra que carecía de sentido para mí.
-      Aleluya – fue lo que respondí al mismo tiempo que la flor caía entre mis dedos deslizándose lentamente hacia mis pies, juro que podía escuchar cada pétalo deshaciéndose en mis zapatos.
-      ¿Aleluya? – me preguntó extrañado un Fernando más serio.
-      Lo siento, no debí entrar así, discúlpame.
-      Descuida Ernestina, pero la flor se estropeó…
-      Lo lamento, no fue mi intención, se me cayó de las manos y…

Salí lo más rápido posible, por primera vez sentí que Dios aparecía en mi vida simplemente para arrebatarme, de nuevo, una ilusión.

...