No estaba dispuesta a dejarme vencer, ahora
no, pero… vivir en las calles no era fácil, no tanto por el hambre y el
deterioro de tu ser, sino por el desprecio de la sociedad que daña tu esencia,
mucho más de lo que debería.
Me esforcé en buscar un refugio, al
menos un sitio lo suficientemente acogedor como para pasar la noche, o mejor
dicho, para pasar una cuantas noches porque era seguro que estaría por un
tiempo prolongado; me detuve a pensar, tenía algo de dinero que había ganado en
la peluquería pero no me iba a alcanzar por mucho tiempo, tampoco podía andar
con él para todas partes, debía guardarlo en un lugar seguro, pero ¿Dónde? ¿Qué
lugar puede ser seguro en las calles? Una ciudad moderna por cierto, pero con
pocos lujos en sus edificaciones, que son todas iguales, no hay creatividad,
debía encontrar un lugar seguro para esconder el dinero en caso de que me
pudiesen asaltar. Un lugar que no estuviese lejos de donde me encuentro pero
tampoco tan cerca.
Pero primero lo primero, un sitio donde
quedarme ¿debajo de un puente? No, ya estaban ocupados, creo que pasé todo el
día y parte de la noche caminando por los alrededores, quise comer algo, aún
traía mi mochila con algunas viandas y golosinas. Tomé una y la devoré
completamente. El sueño me estaba consumiendo y aún no tenía donde recostarme, recordé
la primera noche que dormí en la calle y tuve que compartir el banquillo de una
plaza. ¿Qué debía hacer ahora? Seguir caminando, esta vez con pasos más lentos,
arrastrando mis pies, pidiéndole permiso a una pierna para mover la otra,
deseando poder tomar aunque sea un sorbo de agua, me preguntaba ¿Cuántas horas
puede alguien soportar sin beber agua? Creo que algunos días, no estoy segura,
de hecho ¿Cómo comprueban esas cosas? Es decir ¿Alguien se ofrece a
deshidratarse solo para probar un punto? No sé cómo trabaja esa gente que
realiza dichos estudios. En fin.
Llegué a una especie de matorrales y
arbustos y no pude más, caí rendida y como pude me acomodé, usando la mochila
como almohada, no supe de más, solo quería dormir, así evitaría pensar… pensar,
pensar en tantas cosas que… solo descansa… no pienses.
Esta calle es el hogar que añoro yo, y mi techo es este cielo espléndido, como un ángel puedo ir volando, y yo, jugaría junto a él sobre la luna…
Esta calle, este lugar, me hacía sentir
cómoda de alguna manera extraña, sentía que estaba en un lugar familiar, no sé
si era el olor a hierba recién cortada, o el aroma de los matorrales. Creía que
danzaba en las nubes mientras perseguía un animal que huía de mí, pero aun así
permanecía siempre a mi vista, quería tenerlo, quería sentir la compañía de
alguien, esta calle me hacía sentir en paz.
Esta calle de favelas y de humildad, donde habita la pobreza más total, es la escuela de los niños como yo, la maestra de su hambre y su dolor…
Desperté de pronto, y me percaté que aún
seguía en los matorrales, creo que un perro ladraba, tal vez eso me despertó,
me volví a acostar, tratando de
conciliar el sueño, debería ser fácil, con lo agotada que estaba, pero no… esa
vez me costó dormirme de nuevo, veía el cielo, ¡cuántas estrellas habían! era
la primera vez que las detallé tanto, recordé como Johan me mostraba varias de
ellas, unas más grandes que otras, unas más brillantes que otras, comencé a
formar figuras con ellas, recuerdo que hice un avestruz, un calamar, y el
conejo de Alicia en el País de las Maravillas, con su reloj y todo.
A veces me gustaría estar en un País de
las Maravillas como en el cuento, sin la reina malvada por supuesto, que quería
decapitar a todos, pero ¿No sería genial hacerlo? ¿Y por qué aun no me volvía a
dormir? En serio, ya no quiero pensar más, solo duérmete Ernestina, duerme,
este no es el fin.
Seguía contemplando las estrellas, y
nuevamente me vino la idea de que si existía un Dios allá arriba, estaba
ignorándome completamente, y ¿sabes qué? No me rendiré, no me dejaré morir, no
así tan fácil, voy a vivir ¿Me escuchaste? ¡Ser supremo dondequiera que estés!
¿Me escuchaste bien? ¡Viviré!
Viviré, este imposible vivir, es querer quemar el mar con el sol, es como un mundo inhóspito, un mal film que un día olvido yo…
El río brotaba con languidez, pero aún
así podía sentir sus aguas bañando mis pies, decidí sumergirme como pude, para
que el rocío llenara mi piel, al menos humedecerla, me atreví a beber de sus
aguas, ya no me importó si contraía alguna enfermedad, necesitaba beber agua y…
demasiado sedienta estaba, ya que cada sorbo lo disfrutaba como si estuviese en
un Palacio Real, brindando con la nobleza, sentí que mi alma volvía al cuerpo
de nuevo, hasta que…
Logré despertar… Mis ojos se abrieron
casi completamente antes de darme cuenta que todo lo había soñado, no existía
tal río, simplemente, las regaderas automáticas del jardín donde me encontraba durmiendo,
se habían encendido rociándome por completo, al menos logré saborear un poco
para calmar la sed, realmente no quería enfermarme, puesto que no estaba
acostumbrada a beber agua directa de la tubería, pero ya a estas alturas no
podía darme el lujo de ser exquisita con esas cosas.
Ya el alba estaba por comenzar, podía
ver los primeros rayos del sol asomarse detrás de los árboles, y un hombre me
gritaba desde su casa, en cuyo jardín me encontraba acostada desde luego,
le daba la razón, por eso tuve que irme de prisa, tenía que encontrar un
refugio, y mejor aún, un lugar seguro para esconder el poco dinero que me
quedaba.
Después de tanto andar, llegué a una
especie de casa abandonada, aunque parecía más bien un hotel abandonado, el
olor era insoportable, sin embargo había un par de personas durmiendo allí, de
no ser porque roncaban hubiese jurado que estaban muertos, porque el mal olor
era de verdad magnánimo.
Entré a uno de los compartimientos,
recuerdo que era el décimo tercero a mano derecha, estaba vacío y tenía muchas
aberturas entre las paredes, había una junto a la viga de la esquina que era
poco perceptible, era el escondite ideal, allí metí una paca de dinero, la otra
la tenía encima para gastos imprevistos, salí confiando en que nadie se
percatase de mi presencia y mucho menos de mi escondite secreto.
Veía en las calles niños corriendo,
jugando alegremente, pero cuando me veían llegar huían hacia sus madres, quienes
con una expresión de asco me miraban... ¿así de putrefacta estaba yo? Pues sí, y eso
es lo que más te consume por dentro, el desprecio de la gente, yo solo quería
gritar, llorar y reír al mismo tiempo.
Esta calle de tristeza y escasez, las mamás de cuentos de hadas no se ven, pero puedo ver al Dios de la ciudad, porque es el quien me dará la libertad…
De alguna extraña manera sentía que
había un Dios que tenía que hacer algo por mí, me lo debía, me había quitado a
mi madre desde niña, y luego a mi padre que ¿Quién sabe dónde estará metido?
Por primera vez en años volví a pensar en él: Mi padre.
Kyrie
Eleison* fue la nueva frase que aprendí en las calles, era usada
comúnmente entre los limosneros o cuando nos poníamos en las entradas de las
Iglesias, pidiendo dinero a la gente “supuestamente” consagrada. No tenía idea
que significaba Kyrie Eleison, solo
sé que cuando la pronunciábamos frente a ellos, con la mano extendida y con una
cara triste, ellos nos daban dinero, bueno, no todos, pero si la mayoría, por
lo que supuse que su significado era algo como “Ayúdame por favor”.
Pasaron los días, frecuentemente
visitaba aquel “escondite” para tomar dinero y guardar el que me daban, desde
luego iba siempre sola, de hecho siempre estuve sola, no confiaba en nadie más
que mi misma.
Fue cuando comenzó mi calvario, el
hambre se apoderaba más y más de mí, el dinero ya no me alcanzaba, no podía
aguantar otro día sin comer, ya no más, pasaba por algunos locales de comida
rápida que estaban en las plazas, a ver si lograba tomar alguna cosa para
comer, y pude llevarme un pan de hamburguesa, fue la primera vez que robé algo,
lo hice realmente por necesidad, mi alma ya no daba para más, mi mente no disentía
bien las cosas, era sobrevivir o morir de inanición.
Y lo peor era que cada día el hambre
aumentaba, especialmente en horas de mediodía, me debilitaba constantemente, pero
siempre me mantenía fuerte, no podía darme el lujo de desmayarme, no en esas
calles de maleantes, drogadictos, violadores, y pare usted de contar, estuve
tentada a escarbar en la basura, pero mi dignidad aun no era tan baja, así que
me rehusé a hacerlo, pero necesitaba comer algo urgente, del agua no tenía
problemas pues tomaba sorbos de las regaderas de los jardines, y al parecer me
volví inmune porque no me hizo daño, pero el estómago si se me retorcía al
estar vacío.
Tiempo después comencé a pedir y a
robar en las calles, cosas sencillas al principio: pulseras, collares, hasta
unos zapatos, y los cambiaba por comida, el dinero ya me importaba poco,
especialmente porque llevaba semanas sin bañarme y nadie quería acercarse para
comprarme nada, pero extrañamente si me daban comida.
Los días pasaban y llegó el momento en
que caí, así de pronto, mis piernas no daban para más, recuerdo que estuve
inconsciente por unos minutos, cuando desperté había una chica mayor que yo,
como de 20 años, rubia con pelo desaliñado, estaba sentada junto a mí, sentí
miedo, intenté huir pero ella solo dijo:
-
Descuida, tu dinero está seguro
-
¿Cómo sabes…? ¿Revisaste mi mochila?
-
Obvio, quería asegurarme que no
tuvieses armas
-
¿Cómo sé que dices la verdad?
-
Solo revísalo y cuenta tu dinero a ver
si está completo
-
No lo haré frente a ti
-
Como gustes… ¿quieres una menta?
-
…
-
Para el aliento, apestas ¿lo sabes?
-
Tú también apestas
-
Mi aliento no, pues tengo menta
¿quieres?
-
…
-
De acuerdo, nos vemos
-
¡Espera! – le grité cuando se iba –
¿tienes algo de comer?
-
No, hace tiempo que no como nada
-
¿Es eso posible?
-
Claro, solo tienes que oler esto –
dijo mientras mostraba un frasco – te hace olvidar del hambre, incluso te da
fuerzas sin comer.
Era obvio que se trataba de un
pegamento que droga a cualquiera, lo rechacé y ella se fue, rápidamente tomé mi mochila y
me fui a un lugar escondido, para revisar mi dinero, tenía razón, estaba
intacto, pero justo al fondo de la mochila estaba un pote de pega de zapato, o
algo que olía fuerte como eso. Miré a todos lados, no había señales de la
chica.
Viviré, este jugar a perder, escapar de la prisión de los ¨no¨, oler un pegamento para volar, es dejarse ir y creer que se logra así vivir…
Lamentablemente ella tenía razón,
quedé tan dopada que ya no sentía ni mi propia putrefacción ni sentía hambre ni
fatiga, y aun tenia fuerzas para caminar, ahora solo pensaba en buscar un
trabajo, el frasco no me duraría toda la vida, sin embargo debía asearme o de
lo contrario nadie me daría empleo, estaba dispuesta a salir de eso con todas
mis fuerzas.
Pero en mí, busco yo esa fe que
me faltó, y en mi corazón renacerá el amor… Esa chispa de esperanza no
puede apagarse así tan fácil, no lo permitiré, eso puedes asegurarlo… Viviré,
aunque es difícil aquí, es gritar al cielo ¨kyrie eleison¨, aunque me
cueste la vida, si he de morir, moriré peleando ¿Dónde habré escuchado eso?...
No importa, es lo que tiene significado para mí, viviré lo suficiente como para
irme de esta miserable ciudad, mas si veo que el milagro no logro yo, no
me rendiré nunca, no, mis cadenas romperé…
Entré a unas piscinas públicas, y allí
me duché, no había mucha gente y nadie notó mi presencia, así que ya más
presentable, decidí buscar un empleo, fue inútil ese día, al otro lo volví a
intentar, y tampoco, estuve toda la semana en eso y nada, el efecto del
pegamento se pasó, ya no quedaba más y nuevamente sentí hambre.
Estaba sentada frente a un restaurant
al aire libre, esperando algún instante en que alguien dejara comida en el
plato para tomarlo, justo una mesa se desocupó, y aproveché de tomar el plato,
aun tenia restos de pollo y ensalada, para mí era un manjar… Pero de pronto una
mano me detuvo.
Cerré los ojos apretadamente, me habían descubierto,
solo quería huir y evitar la vergüenza, sin embargo cuando volteé pude ver a una mujer de
unos 35 o 40 años, bien vestida, con una gran cartera, y un peinado algo
noventero.
-
No querrás comerte eso niña – me dijo
– si tienes hambre yo te puedo comprar una
-
No gracias señora, ya me voy
-
No tienes que temer, no pienso hacerte
nada
-
No es personal, es que no confío ya en
nadie
-
Es comprensible – decía mientras
sacaba algo de su bolso – toma esto, consérvalo
-
No gracias….
-
Acéptalo, no pierdes nada, pero no lo
uses en drogas, es lo peor que puedas tener
-
Demasiado tarde – susurré, y al
parecer me escuchó
-
Nunca es tarde para dejarlo.
Se alejó lentamente, mientras yo
contaba el dinero que me había dado, era mucho para lo que estaba acostumbrada
a recibir, me serviría para mantenerme al menos por un mes.
Viviré, sé que es posible vivir, tú tendrás piedad de mí ¨kyrie eleison¨ Señor, ese camino descubriré, lo andaré junto a ti, y viviré… Yo viviré.
Decidí seguirla.
Ella entró en un auto azul oscuro, con chofer y todo, obviamente era una Dama de la Alta Sociedad, debía sacarle más dinero.
Ella entró en un auto azul oscuro, con chofer y todo, obviamente era una Dama de la Alta Sociedad, debía sacarle más dinero.
-
Puedo trabajar para usted, si gusta –
le dije mientras subía al auto
Ella
solo giró, sonrió y dijo:
-
¿Qué sabes hacer?
-
Lo que sea.
“Lo que sea” una frase que puede
usarse a tu favor o en tu contra, aún me arrepiento de haberla pronunciado,
pero en ese momento quería salir de la marginalidad, de la miseria, de la desolación.
Sin embargo quisiera haber cambiado ese momento, quisiera devolver el tiempo y
nunca haber aceptado, sólo quisiera.
* Kyrie Eleison: Vocablo de origen griego que significa ¡Señor, ten piedad de mí!
...
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